lunes, 18 de noviembre de 2013

A CAGAR…AL MONTE

Ahora que he tenido la perspectiva suficiente para darme cuenta de que he pasado unas semanas de sobre exigencia, de mal humor  y de días en los que no me he aguantado ni yo, soy consciente de que me ha faltado monte. Pero monte, bien entendido, porque salir a “apretarse” un martes después de trabajar, no es salir a disfrutar, es salir a seguir exigiéndote. Y es ahora cuando lo veo.

Ayer, mientras corría la II Pujada al Migjorn, me daba cuenta de que ese mal humor, lo expulsaba en casa, en mí, o en las maneras de comportarme con otros y en un momento de lucidez, de esos que te da el correr, me dije internamente, que a partir de ahora “A cagar, al monte”  al monte a cambiar por bueno ese mal humor, a soltar la sobre-exigencia y a librarme de mí misma en momentos de atasco… al monte a limpiarme y si es posible, disfrutarlo.  
Lo sé de otras veces, pero en ocasiones…se me olvida. Bea, si te “das una vuelta a tiempo”, luego estás de otra manera. La montaña limpia, oxigena, libera y permite ser.

Espero estar lo suficientemente atenta, para salir “a cagar” cuando se acumule la mierda interna.
 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

PALABRAS QUE CURAN

En la medida en que nos vamos adentrando en el otoño, admiro cómo van cambiando de color los árboles, que se alimentan del rio de Banyeres. Por allí paso cada día antes de amanecer y las observo curiosa, mientras las veo evolucionar-involucionar. Empezaron verdes y se veían frondosas, pasaron a amarillo intenso llenas de energía, color limón. De ahí al ocre, fueron en un par de días y hoy…algunas ya yacen en el suelo.

Al salir de casa cada mañana, me impaciento en llegar a ese tramo para ver, cómo han pasado la noche. Y pienso… mientras el frio y el viento las azota, yo estoy en casa, caliente, segura y protegida ¡¡que suerte tengo!!
Cuando me paro un instante, me doy cuenta de que…pasarán la noche allí y las admiro porque yo no podría. Vendrá el frío, el viento y la lluvia…vendrá la nieve, la niebla y el hielo,  y quedarán ahí, impasibles, entregadas a lo que venga, confiando en la vida y en el paso del tiempo. Y soy consciente de que ahí vamos todos, junto a ellas, incluidos en los ritmos de la naturaleza, en los que ahora me doy cuenta, también estamos inmersos.

Y ¿por qué digo esto? Pues porque en la medida en que nos vamos adentrando en el otoño, voy siendo consciente de la pérdida de mis adornos de verano, de mis hojas más vistosas, más excéntricas, más lustrosas. Las voy viendo cambiar, junto con mi ánimo, junto con mi energía y las voy dejando caer no sin apego, no sin pena…
No somos más que una parte del ciclo, -pienso- que va y que viene y que  lleva así milenios… ¿Quién somos nosotros para parar eso con nuestro hábitos modernos? Cambios de hora, luz de madrugada, aislantes, calefacciones…
Nos empeñamos sin suerte, en sentir la energía del verano a pesar de estar en Otoño, a que se haga nuestra voluntad en verano y en invierno… nos resistimos a que con el fío, se pelen nuestras ramas,  quede nuestra esencia…sin adornos, con la energía guardadita dentro, en el tronco como los árboles… así me veo hoy, con hojitas cambiantes, con algunas ramas al descubierto y protegiendo el tronco con mi propio musgo. Hoy…no le veo el sentido a la lucha, simplemente entrega, aceptación, integración y desapego. Simplemente lo único que se mantiene siempre, es el cambio y contra eso…no hay más que esperar el efecto de cada paso y confiar en lo que lleva ocurriendo milenios, que vuelva a salir el sol.